jueves, enero 01, 2009


1966

El lunes 4 de abril, en la República del Perú, un nuevo contingente de alumnos iniciaba su etapa escolar. Era presidente del país el arquitecto Fernando Belaunde Terry y, en la sección infantil del Maristas San Isidro, situada en la avenida Arequipa esquina con Paillardelle, propiedad que alguna vez perteneció a la familia Mackenzie, un grupo de cerca de 80 niños, la mayoría de 5 años de edad, estrenábamos el uniforme de saco azul y pantalón beige oscuro, que luciríamos solo hasta 1970, en que desaparecería para siempre de nuestros roperos.

Aquel lunes, el llanto se apoderó de la mayoría. Ahí conoceríamos a nuestras primeras educadoras, Sister Mary Elaine y Sister Lorena, quienes se encargarían de darnos la bienvenida, secarnos las lágrimas, y enseñarnos las primeras letras (en caligrafía Palmer). En Educación Física encontramos al profesor Cárdenas. De recordar es aquello que las madres nos enseñaron cada vez que ingresaba el profesor de Educación Física a la clase. Todos nos parábamos y al unísono decíamos a alta voz: "¡Buenos días, profesor Cárdenas!". Pareciera que el profesor sólo nos visitaba en las mañanas, pues no recuerdo haber dicho "Buenas tardes, profesor Cárdenas". Esa costumbre la habríamos de mantener por varios años.

La Superiora del colegio era la Sister Mary Joseph quien, al igual que sus compañeras de hábito, pertenecía a la Orden de las Hermanas Maristas, fundada en 1823 por Juana María Chavoin. La Sister Mary Concetta, enseñaba a Tercero de primaria. En Tercero, estaban algunos de los hermanos mayores de varios de nuestros compañeros. Por ejemplo, los hermanos de Eduardo Camino, Juan Carlos Cortez, Jaime Hare, Alfonso Heudebert, Juan Palacios y Marcelo Risi. También estaba Franjo Antich, futuro cantante de Toilet Paper.

El lunes 17 de octubre, pasado el mediodía, la tierra tembló en Lima. Estábamos en clase y tuvimos que salir corriendo a los patios. Y de ahí, cada uno a esperar a que lo recogieran para regresar a su casa. A la mañana siguiente aprenderíamos que cada vez que la tierra temblara, debíamos meternos debajo de la carpeta (Hoy, sería un imposible para la gran mayoría). Uno de los fluorescentes de la sección "B", amaneció torcido 90 grados a causa del movimiento. Hubo una historia de que un ladrillo le cayó a un alumno de Segundo de primaria, sin mayores consecuencias. Ese terremoto de 6.3 grados en la zona costera del Perú causó 100 muertos, muchos heridos y graves daños materiales. Aquel sismo destruyó, por ejemplo, la Casa de San Judas Tadeo -después de un siglo de su inauguración- en el puerto del Callao.

En diciembre participamos de la clausura escolar, realizada en el gimnasio del local de la avenida Camino Real, cuyo director era, aún, el Reverendo Hermano Lázaro (Armendáriz). Ese sería su último año al mando del plantel. Aquella tarde no solo recibimos nuestras diplomas y medallas (los que tuvimos suerte) sino que también cantamos "Jingle Bells", en coro, como parte del programa.

Ese año habíamos aprendido, entre otras cosas, lo que era una libreta de notas; lo que valía "un rojo"; lo que significaba una pequeña estrella brillante en la frente; que todos los lunes -con la cabeza en alto- se entonaba el Himno Nacional (que a veces venía acompañado del discurso, casi siempre aburrido, de la Madre Superiora), y que cada 6 de junio debíamos recordar a nuestro padre fundador, Marcelino Champagnat.